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Citado en el libro "De qué hablo cuando hablo de correr" H. Murakami

lunes, 20 de febrero de 2017

¿Desigualdad? Es posible que no lo esté entendiendo bien

Autor invitado: @Demostenes_av


Si hay un concepto que aparece una y otra vez en el debate público sobre economía y sociedad desde que comenzó la crisis es "desigualdad". Se han escrito artículos, blogs, incluso libros bestsellers y sesudas tesis académicas. Pero tengo la sensación de que para el gran público, e incluso para muchos expertos, el término ha degenerado un poco y se ha convertido en un mantra, eslógan a eslógan.

Vamos a empezar por algo que es básico y poco controvertido, pero es olvidado a menudo: lo que conocemos como "desigualdad" dentro de una sociedad* es un fenómeno complejo, con muchas dimensiones, que no se captura bien sólo con un número, como puede ser por ejemplo el índice de Gini de la distribución de ingresos. Expertos mundiales en desigualdad como Branko Milanovic (por ejemplo aquí) indican que dependiendo del aspecto que se quiera investigar, en unas ocasiones será más útil ver la distribución de ingresos, otras la de riqueza, y en otras ocasiones la de consumo. Si solo nos quedamos con que el Gini de ingresos de España está en 34.6 en 2015, estamos viendo sólo una parte muy pequeña del cuadro entero.

Ahora voy a ir un paso más allá. Esto hace que a veces nos estemos concentrando en el dato equivocado. No es que seamos tontos, o nos engañen, tiene su razón de ser, como veremos más adelante. Pero la desigualdad no es siempre lo realmente importante, y esto explica muchas cosas.

Antes de que mis lectores más LET saquen el champán y los más prosociales dejen de leer despavoridos ante tamaña herejía, les pido un poco de paciencia a ambos, ya que creo que tanto unos como otros no terminan de enfocar el tema correctamente.

Mi argumento es que cuando vemos un caso de desigualdad económica dentro de un mismo país como algo negativo e indeseable, en realidad lo que nos preocupa es otra cosa que vemos consecuencia de esa desigualdad. Algunas de estas cosas pueden ser:
  • pobreza material absoluta, es decir, no tener suficiente para vivir
  • exclusión social debida a pobreza material relativa
  • incertidumbre de cara al futuro por tener un patrimonio reducido
  • falta de igualdad de oportunidades
  • tensiones sociales por envidias o por injusticias percibidas
  • acumulación excesiva de poder en manos de la gente con más recursos
  • "extracción de rentas" y corrupción
  • etc.
El punto clave es que ninguna de ellas es inevitable o se deriva automáticamente de la existencia de desigualdad económica. Es posible, al menos teóricamente, tener alta desigualdad sin tener apenas pobreza material absoluta, o con baja pobreza relativa respecto de los ingresos medianos, o sin que haya acumulación excesiva de poder. Es más, con o sin desigualdad, puede darse una de esas situaciones sin que se den las otras.

En esto radica el carácter "multidimensional" de la desigualdad: en realidad no es una sola cosa, sino muchas cosas distintas, relacionadas con la desigualdad económica pero a veces causadas o limitadas por muchos otros factores distintos e independientes.

Si mi vecino tiene más dinero que yo, o una casa más grande, o un coche mejor, no tiene por que ser malo o injusto. Puede ser una consecuencia de la diferencia de preferencias, de las decisiones que hemos tomado cada uno, o simplemente de la suerte. Puede ser debido a que yo tenga 30 años y mi vecino 50 y simplemente yo no haya tenido el mismo tiempo tiempo para ahorrar que él. Una cierta desigualdad no tiene por qué ser algo a evitar si no se da también a la vez una o varias de las situaciones de la lista anterior.

Es importante darse cuenta de esto, porque es lo que posibilita hacer un diagnóstico adecuado. La reducción de la desigualdad económica no puede ser un objetivo absoluto, ya que hay muchas formas de intentarlo, pero no todas resultan efectivas para reducir los problemas reales que hay debajo.



Veamos un ejemplo. Hace unos años una persona de un foro me estuvo insistiendo en la necesidad de limitar por ley los ingresos anuales a un millón de euros. En 2014 Pablo Echenique planteaba en Twitter la conveniencia de poner un impuesto del 95% a las rentas altas, postura que repitió hace unos días en un programa de televisión, y que en la práctica viene a ser lo mismo. Fuera del papel, que todo lo aguanta, lo que esto quiere decir es que la gente que pueda ganar más de esa cantidad límite posiblemente abandonase el país, o al menos trasladase la sede fiscal de sus negocios a otra parte.

Sin duda esto daría lugar a una distribución más igualitaria de los ingresos, al menos formalmente. Sin embargo, sabemos que en España durante la crisis la desigualdad no creció por el aumento de ingresos del 1% más rico (como sí ha pasado en Estados Unidos por ejemplo), ya que su proporción con respecto del total ha permanecido estable o incluso ha disminuido durante la crisis. La causa principal, por el contrario, ha sido la caída de los ingresos del 30% más pobre de la población. En entornos académicos (al parecer no tanto en los políticos) ese dato está más que asumido.
Porcentaje de ingresos totales obtenidos por el 10% y el 1% más rico
Fuente: The World Income and Wealth Database
Si adoptásemos una medida semejante, e incluso ignorando el efecto sobre el empleo de esta fuga de las rentas más altas, ello no significaría ni un euro más para la población más pobre. Quizá haya quien crea que sí, que tendrían que dejar aquí sus propiedades y que éstas podrían ser repartidas. No es el caso, salvo que estuviésemos dispuestos a saltarnos el ordenamiento jurídico nacional e internacional, y sólo conseguiríamos que perdieran valor. Otros quizá argumenten que los ingresos que no obtuvieran los más ricos acabarían fluyendo hacia los demás, pero estaría cayendo en el error de creer que una economía es un juego de suma cero, cuando hay sobrada evidencia de que no es así. Lo más probable en ese caso sería una contracción de la economía, en lugar de una redistribución de la misma.

De esa forma, con buenas intenciones pero un mal diagnóstico habríamos reducido la desigualdad de ingresos sin solucionar absolutamente nada, y más que probablemente sólo habríamos conseguido empeorar la situación de muchos en el camino. Lo que en algunos supuestos, como el caso de la existencia masiva de "élites extractivas" podría llegar a tener sentido, en otros se vuelve contraproducente.

Eso no quiere decir que no se pueda hacer nada. Por comparar, una alternativa de las muchas posibles sería una subida moderada de impuestos distribuida entre toda la sociedad que no expulsase a nadie pero permitiera mayores ayudas hacia los más pobres. O políticas activas de empleo que les facilitasen formación adecuada a los parados y aumentasen la posibilidad de conseguir un trabajo. Esas serían otras formas claras de reducir la desigualdad económica que sí estarían atacando un problema concreto y real. Pero claro, eso podría afectar negativamente a más gente que pagaría más impuestos, o producir efectos sólo a medio o largo plazo, por lo que resultan planes más difíciles de vender.

Hay quien diría que la mejor forma de reducir la pobreza a largo plazo es reduciendo las trabas burocráticas a las empresas para aumentar el empleo. Si bien es posible, también puede que eso acentuase (o no) la desigualdad económica. No quiero enzarzarme en ese debate ahora, ya que es complejo. Pero bajo esta nueva perspectiva quizá ese debate se pueda realizar de forma más sosegada y centrándonos en problemas concretos, que tal vez tengan otras soluciones, y no en la desigualdad como concepto abstracto.



¿Por qué esa fijación con la desigualdad entonces? ¿Por qué hay gente muy lista "perdiendo el tiempo" con eso? En parte se debe la búsqueda de igualdad de resultados, que puede ser criticable (antes he dado ejemplos) pero es abrazada por muchos como ideología de base. Sin embargo, y desde posturas más pragmáticas y menos ideológicas, creo que también es porque simplemente, no les queda otra opción. En un mundo tan complejo, a veces nos encontramos con la limitación de cómo obtener los datos necesarios para poder sacar conclusiones basadas en algo objetivo. 

La desigualdad de ingresos es algo medible más o menos fácilmente gracias a las agencias gubernamentales que recaban esa información para los impuestos. La de riqueza es más difícil de medir, pero se puede estimar (con muchas salvedades e imperfecciones, como hay que matizar cada vez que sale el informe de Oxfam, por ejemplo). Para estimar la de consumo hay que tirar de encuestas. Pero la incertidumbre, la igualdad de oportunidades o la extracción de rentas, son conceptos fáciles de definir pero muy, muy difíciles de medir bien, y menos en plazos cortos de tiempo para ver su evolución. La pobreza absoluta sí se puede medir fácilmente, pero es sólo una parte de la historia, como muestra la aparición de indices más completos pero difíciles de interpretar como el AROPE. Por ello, seguir la evolución de la desigualdad económica es importante porque, aunque sólo sea un indicador imperfecto, es de lo poco que podemos medir de forma mínimamente adecuada a corto plazo.

Y no nos engañemos, aunque la desigualdad pueda no ser siempre la causa directa de muchas consecuencias negativas, ciertamente está correlacionada con ellas. Es difícil que haya una desigualdad alta y no haya algo más a la vez, y sería bastante ingenuo ignorar la llamada de atención que supone un incremento pronunciado. 

Por lo tanto la desigualdad económica, en sus múltiples vertientes, es un indicador que debemos seguir con atención. Eso no quiere decir que debamos caer en el fetichismo de pensar que la desigualdad es siempre el problema, la enfermedad y no sólo el síntoma de la misma. Es una forma casi segura de gastar esfuerzos sin solucionar nada en realidad.



* En todo este artículo me he referido a la desigualdad económica entre individuos de la misma sociedad o país. La desigualdad entre países, de lejos la más relevante a nivel global, tiene un tratamiento algo distinto. En particular porque algunas de las situaciones que entre individuos se pueden considerar como algo a corregir, entre países se ven como "normales" o "aceptables", aunque desde una perspectiva universalista ello no tenga mucho sentido. Ésto lleva a aparentes contradicciones como que quienes luchan activamente contra la desigualdad económica dentro de un país o región puedan a la vez oponerse a perder riqueza o ingresos en favor de otras zonas más pobres. Éste es un debate que dejo para otro momento para no extenderme demasiado aquí.

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