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Citado en el libro "De qué hablo cuando hablo de correr" H. Murakami

martes, 15 de noviembre de 2016

Esto no va (sólo) de Trump

Autor invitado: @Demostenes_av


Esto no va de Trump. Bueno, o si. Más bien va de sus votantes, y de las críticas que se pueden hacer hacia ellos.

Se quejaba hace poco Daniel Lacalle de que desde los medios se les caracterizara como "viejos, paletos y tontos". Lo cual no deja de tener su punto de razón. En efecto, las encuestas a pie de urna nos dicen que los votantes de Trump en estas elecciones viven mayoritariamente en el medio rural o de las ciudades más pequeñas, mientras que los de Clinton abundan más en las grandes ciudades. También nos dicen son predominantemente hombres blancos, sin título universitario, y de edad avanzada, incluso más que en anteriores elecciones con otros candidatos republicanos. Sin embargo, estas estadísticas muestran que hay una mayor frecuencia en una dirección u otra, pero de ninguna manera que todos los votantes de Trump respondan al mismo perfil. No son todos clones iguales fabricados según el valor más frecuente de cada pregunta realizada. Hacer como si así fuera es sobresimplificar de forma ridícula, y además es inútil ya que sólo nos puede llevar a conclusiones erróneas. Cada votante es un mundo y sus circunstancias y las causas por las que decide votar una cosa u otra, casi infinitas. 

Incluso si fuera así -que no lo es-, traducir "sin titulo universitario" por "paletos", por ejemplo, es de un clasismo notable. Otras circunstancias, como la presunción de cosmopolitismo por vivir en una ciudad grande, pueden tener algo más de base, pero sigue siendo una generalización grosera que de nuevo resulta errónea.

Aparte de diferencias demográficas y socioeconómicas, otros estudios también muestran diferencias de actitudes entre los votantes de ambos candidatos, como es de esperar entre Republicanos y Demócratas. No sólo en cuestiones como economía, sino en otros temas sociales y de valores. Por ejemplo, sólo el 7% de los votantes de Trump piensan que el sexismo sea un gran problema, o el 21% que lo sea el racismo, frente al 37 y 53% respectivamente en el caso de los votantes de Clinton. Algo similar puede decirse de la desigualdad. posesión de armas, del cambio climático o de varios otros temas. Es especialmente destacable la diferencia de perspectiva frente a la inmigración ilegal, con solo un 20% de los votantes de Clinton diciendo que es un gran problema y un 79% de los de Trump opinando que sí lo es.

Sin embargo, hay que poner estas estadísticas en su justo valor. Esto no quiere decir que el 79% de los votantes de Trump sea racista, sino que pueden perfectamente no serlo pero considerar que hay suficiente igualdad garantizada por ley, que no es en absoluto lo mismo. Y en ningún caso se trata de todos los encuestados. Aun así, indica una diferencia en prioridades en diversos temas.

Muchos medios han podido utilizar simplificaciones de ese tipo en su afán por informar cuanto antes. La sorpresa por el resultado ha sido mayúscula para muchos, y odiamos las cosas que pasan sin explicación. Es normal que todo el mundo se ponga a buscar causas, con mayor o menor fortuna, tanto en medios como en redes sociales. Pero el que algunos que critican a Trump y sus votantes usando simplificaciones idiotas (y me reafirmo en el término, que he usado en una conversación previa en Twitter), no quiere decir que todo el mundo que les critique esté cayendo en el mismo error. Puede que caigan en otros. Pero intentar rebatir cada crítica con el mismo "no hay 59 millones de paletos en EEUU" resulta también bastante absurdo si el otro no está diciendo que los haya.

El artículo de Lacalle, sin embargo, parece pecar de lo mismo que critica. Mientras reclama que se analice el tema desde la perspectiva de que hay más factores que tienen que ver en la decisión y que no se denigre a sus votantes, parece centrar su justificación en la reducción de impuestos y reducción de la burocracia que aparece en el programa del presidente electo (y omite hablar de cosas como su proteccionismo económico). De acuerdo en que ese es en efecto un factor, pero el caso sigue siendo que ese único factor habría pesado más que los otros aparentes defectos de Trump, un candidato al que buena parte de su propio partido se negó a apoyar.

En concreto, si hay una cosa que sí una a todos los votantes de Trump de forma inconfundible es que... bueno, que han votado a Trump. Un presidente electo que durante la campaña ha hecho propuestas xenófobas, que amenaza con deportaciones masivas, no demuestra una gran sensibilidad hacia las mujeres, ha amenazado con perseguir judicialmente a su contrincante si ganaba las elecciones, que estaba dispuesto a no aceptar el resultado de las elecciones si perdía, y que ya ha hablado de revocar leyes a favor de los colectivos LGTB. Solo por ese hecho ya deberían poder sacarse algunas lecturas.

¿Quizá creen, como algunos aquí, que lo que se ha visto de Trump es realmente sólo un personaje y que no se comportará como hasta ahora? ¿O que los Checks and Balances del gobierno americano (Congreso, Senado y tribunales) limitarán sus medidas más extremas? Puede ser. Son críticas en mi opinión bastante más relevantes que las de Lacalle en la mayor parte de los análisis más mesurados. Pero el resultado de las elecciones, unido a los estudios sobre actitudes ya mencionados, hace cuando menos sospechar que a muchos votantes republicanos, como poco, no les preocupan demasiado cosas que en Europa probablemente descalificarían directamente a un candidato, fueran cuales fueran sus propuestas económicas. 

De hecho, si el caballo de batalla era la economía, ¿por qué consiguió Trump la nominación como candidato del partido republicano, habiendo otras opciones de agenda económica similar dentro del mismo partido? ¿Por qué una palabra mal dicha en un debate le cuesta la carrera presidencial a unos, y una serie continua de despropósitos públicos han acabado con Trump en la Casa Blanca a pesar de todo?

También resulta interesante que el resultado de la elección está marcado porque a pesar de los escándalos, Trump ha perdido sólo unos pocos votos con respecto a los candidatos republicanos en las dos elecciones previas, mientras que Clinton obtuvo muchos menos votos demócratas que Obama en las dos elecciones anteriores. Si nos ponemos a hablar de valores, quizá sea relevante hacerlo no sólo sobre los que votaron a Trump, sino sobre los de los votantes tradicionalmente demócratas que en esta ocasión decidieron abstenerse

Por algún motivo, lo que pudo ser una movilización ciudadana en defensa de derechos civiles y de las minorías ante el que era casi universalmente reconocido como el peor candidato que podría haber presentado el partido republicano, quedó relegada a sacar 7 millones menos de votos que en la segunda campaña de Obama. ¿No les importó? ¿O no se molestaron en acudir a votar por creer que era imposible que Trump venciera? ¿Realmente la mala prensa y los propios escándalos de Clinton, aunque finalmente hayan quedado en nada según el propio FBI, justificaban correr el riesgo?

Se seguirá especulando sobre estas preguntas largo y tendido, pero tanto para los votantes republicanos, demócratas o otros partidos, o los que simplemente pudiendo hacerlo optaron por no registrarse para votar, el problema no es si son racistas o no, sino si lo permiten y toleran en su presidente, un cargo que no es omnipotente pero que si tiene amplios poderes ejecutivos. Si criticaríamos ciertas actitudes si sucedieran aquí, si vemos con preocupación el ascenso de Le Pen en Francia, o la deriva cada vez más autoritaria de Erdogan en Turquía, ¿no es legítimo hacer lo propio por lo que pueda hacer Trump? Con mesura, sin simplificar en exceso ni limitarlo al asunto favorito de cada uno, pero hacerlo. 

Parafraseando una frase leída en Twitter, la Democracia implica aceptar lo que decidan los votantes aunque no nos guste, pero no exige callarnos nuestra opinión al respecto. en una elección, al final, la responsabilidad del resultado recae en los electores.







viernes, 4 de noviembre de 2016

Una historia de buenos y malos.

Nadie es ejemplar en cada momento de su vida.
Ya no existe el olvido. Podrás esconder esto o aquello el tiempo suficiente, pero no podrás ocultarlo siempre.
Nadie supera el juicio que excede a las leyes.
Nadie aprueba el análisis descontextualizado.
Nadie carece, al menos, de un adversario.

Absolutamente nadie.

Es inútil mentir cuando tus respuestas serán cribadas.
Es absurdo culpar a otros por haber indagado.
Es injusto medir los hechos de ayer con los valores de hoy.
Es estúpido creer que podrás acusar indiscriminada y severamente sin exponerte a ser juzgado y acusado sin piedad.

Muy pocos merece semejante trato y nunca es un espectáculo edificante.

Y eso es todo lo que tengo que decir sobre el asunto de Ramón Espinar hijo.

Sin embargo he observado y leído a muchos y lo que sí me ha interesado ha sido la claridad con la que se han formado dos grandes grupos de opinión según aquello que consideraran causante del "escándalo".

Están los que consideran que el daño se produjo al doblar la norma. A estos los llamaré "ateos".
Son los que ven el fallo en aprovechar los huecos que, inocentes o no, quedaban expuestos para que fuesen utilizados por los frívolos y despreocupados o por los listillos bien posicionados. Porque se podía. Porque la norma era defectuosa, incompleta o simplemente sirvió hasta que dejó de hacerlo.

Están los que piensan que el daño se produjo al enriquecerse. A estos los llamaré "morales". Argumentan que se pervirtió y se "pecó" al obtener un beneficio económico en la operación. Siguiendo su lógica, mayor será el destrozo cuanto mayor la cantidad obtenida y, por tanto, si no la hubiera pasaríamos de una conducta inmoral a otra completamente ejemplar.

No me interesan las conclusiones que extraen estos dos grupos para dictaminar culpabilidad o inocencia. Me interesa la utilidad y la bondad/peligro de ambos enfoques. Tras mucho pensarlo, me declaro ferviente atea.

Cuando examinas la norma, y no el individuo, respetas la intimidad de su alma, de sus razones o debilidades puesto que es algo que sabes que no te compete. Observas sus beneficios y sus efectos indeseados y extraes información valiosa que te permite maximizar los primeros y reducir los segundos. Partes de la realidad, (el ser humano es falible, todos tenemos un "precio"), y te diriges a ella (elevar lo máximo posible ese "precio"). Es lo que los expertos llaman "incentivos". Buscas el fallo en el origen que provocará otros muchos, potenciales o desconocidos aún, pero probables.

Cuando miras el asunto desde la consecuencia (el enriquecimiento) partes de un prejuicio: ganar dinero es fuente de mal. Es una posición moral y por lo tanto es imprescindible evaluar la ética del acto concreto. Las condiciones particulares del individuo, mirar en su alma, escrutar si hizo cuanto estuvo en su mano para evitar la obtención de esas cantidad, decidir si hizo suficiente o por el contrario se dejó llevar por la codicia. Cada caso es un asunto particular. Una forma de vida. Un padre, una madre, una edad, una ideología. Un alma y unas intenciones que la sociedad ha de pesar en la balanza para decidir si le otorga o no su perdón.

Quien basa su acción política en la clasificación de los individuos según sus propios criterios morales, buenos y malos, santos y malvados, puros e impuros, tiene derecho a ser juzgado mediante criterios "ateos", porque así de grande es la democracia liberal. El problema es cuando el juicio es el de la opinión pública. Entonces, cual Fuenteovejuna, le aplicarán altas dosis de la misma medicina.
No habrá consecuencias legales pero el daño personal, no tengo la menor duda, será brutal.

Esas son las sociedades que estamos construyendo sin apenas darnos cuenta. Como la rana que se sumerge en un agua que poco a poco se va calentando, llegará el día en que estemos perfectamente cocinados sin haber sido conscientes de nuestro suicidio.

Eso hacen los populismos, de izquierda y de derecha, que campan por todo el planeta. Simplifican, crean metáforas de buenos y malos, víctimas inocentes y verdugos perversos. Conspiraciones y ficciones que encarnan el origen de todo mal. Utopías que poseen solución a todos los problemas pero que no se realizan por la conjura de los poderes oscuros.

Historias que elevan los espíritus y, en momentos de arrebato, nos arrancan gemidos en forma de eslogan, carta, discurso o artículo. Hasta que nos pasan la prueba del algodón y entonces nos damos cuenta de que esos filtros que queremos aplicar a otros, no los puede pasar nadie y nadie tiene derecho a exigir lo que nadie puede cumplir.

Ojalá sea eso lo que hayamos aprendido de esta historia. Ojalá dejemos de exigir personas "de principios" y aspiremos a "ateos convencidos" porque de no hacerlo solo los psicópatas, los cínicos o los narcisistas, se acercarán a la vida pública. Los idealistas y los inteligentes huirán como de la peste y entonces sí tendremos los gobiernos y las sociedades que nos merecemos: las que nos hemos empeñado en construir. Piedra a piedra.

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