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Citado en el libro "De qué hablo cuando hablo de correr" H. Murakami

domingo, 26 de mayo de 2013

El Libro

Tenía una portada bastante fea, pero cuando hoy cayó en mis manos, entre el inmenso montón de libros que estaba apilando, recordé el título antes de leerlo: "El misterio de la isla de Tökland" (J.M. Gisbert). Recordaba haber copiado alguna de sus ilustraciones (a plumilla) en un intento de prolongar el placer de su lectura, de seguir con él más allá del fin de sus páginas. Hay libros que son como esos sueños de los que cuesta despegarse aunque ya se esté despierto y te hacen remolonear y volver a cerrar los ojos intentando retener la sensación que te han dejado en el cuerpo. Tendría unos 10 años, probablemente acabaría de cumplirlos, lo supongo porque de mis cumpleaños cuando era niña no recuerdo regalos, pero recuerdo que siempre había algo de dinero y era un placer elegir el libro en el que lo iba a emplear.

Había otro, "Cuando Hitler robó el conejo rosa" (J. Kerr) lo compré en la librería de la playa, lo leí del tirón y volví angustiada a la tienda a suplicar que me lo cambiasen por un ejemplar que no tuviera páginas en blanco. No podía perdonar haberme perdido esos fragmentos, no eran muchos, pero eran míos.

Por la noche, entregué el misterio de la isla a mi hija de 10 años. Emocionada, le he mostrado las ilustraciones. Me ha dado las gracias encantada de poseer algo que un día fue mío, cuando yo era como ella.

El mismo objeto, tal vez la misma emoción.

Leo libros en papel, los subrayo muchas veces y doblo las esquinas de las hojas que releeré o querré buscar. Compro música en cd desde que en el instituto, daba clases particulares a los hijos de los vecinos, algún día mis hijas tendrán una discoteca espectacular y tocarán los mismos objetos que yo toqué.

Probad a hacer eso con un ebook o una licencia de itunes.



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