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Citado en el libro "De qué hablo cuando hablo de correr" H. Murakami

domingo, 7 de enero de 2018

In memoriam. La última vez.



24.12.2017

"Tú lo has hecho todo bien. Tú lo has hecho todo y siempre bien."

Es difícil escribir cartas de amor que soporten bien el paso de los años. Luego está la tuya. La que escribiste a la mujer con la que llevabas casado 66 años y que terminaba prometiendo: "lo diré tantas veces como sea justo y me dure la vida".

Yo solo he hecho algunas cosas bien. La mejor fue pasar esa Nochebuena contigo para poder decirte, al oído, que tú sí que lo hiciste todo, y siempre, bien.

A veces pensaba que vivías solo porque te parecía mal morirte antes que ella y causarle ese dolor. Creí entonces que la seguirías inmediatamente pero te parecía que eso no te correspondía a ti decidirlo. Así que nos regalaste tres años más a todos tus hijos a pesar de que sabíamos que la echabas terriblemente de menos cada día que la sobreviviste.

Como dijo Chus, te inclinaste ligeramente hacia la tierra para hacernos más leve la caída a los que nos quedábamos.
El hombre más guapo, el que siempre estuvo, el del sentido del humor delicioso, el que leía "Sapiens" a los 97 años y el que me dijo cosas como "eres la única que sabe caminar a mi paso" cuando salíamos al paseo diario, o "si no sabes aceptar un fracaso no mereces ganar", en momentos en los que todo lo que yo quería oír era que podía escaquearme de lo que me hacía sufrir.

Desde que tuve uso de razón  he estado preparándome para este momento. Me llevabas 51 años y siempre creí que te perdería muy pronto. Imaginaba la escena una y otra vez con la vana esperanza de acostumbrarme a ella.
Pero te convertiste en casi centenario y me hiciste creer que eras indestructible.

He tardado 10 días en poder escribir para decirte que todo está bien. Que he corrido La Castellana entera un 1 de enero. Vacía, sin coches ni personas. Casi desde la Plaza de Castilla hasta Atocha. Y que he parado en cada sitio bonito que conocía y he pensado en ti mientras lo hacía.
Así que desde ahora, también yo, prometo hacer y decir todo lo que merezca ser dicho y hecho tantas veces como sea justo y me dure la vida.

miércoles, 5 de abril de 2017

Planificación financiera pública (o las cuentas de la lechera)

Autor invitado: @demostenes_av




Como intuyo por nuestros debates tuiteros que mi apreciado Manuel Alejando Hidalgo va a sacar un post sobre este tema esta semana, voy preparando unas notas que creo que van a ser útiles para centrar la discusión desde mi posición de amateur en estas lides.

Digamos que somos el Ministro de Economía de un país. Una de sus responsabilidades es conseguir que cada año haya pasta suficiente para pagar todo lo que hay que pagar. Si lo que dice la MMT fuera cierto y tuviéramos nuestra propia moneda, sería el trabajo más fácil del mundo, porque cada vez que se necesitase dinero simplemente haríamos una llamada y añadiríamos unos cuantos ceros en una cuenta. Pero como prácticamente nadie sensato cree que eso funcione, vamos a asumir que eso implica controlar que lo que ganamos y lo que gastamos no sea demasiado diferente.

Y luego nos ponemos a hacer cuentas. Para un solo año es más o menos fácil, pero si pensamos estar en el cargo más tiempo, también deberíamos pensar en los siguientes. Y en seguida nos damos cuenta de que tanto para pagos como ingresos, tenemos tres tipos:
  • "corrientes": Son los que tenemos este año y razonablemente pensamos que vamos a tener también todos los años posteriores. Pueden cambiar un poco cada año, pero lo normal es que no haya variaciones demasiado bruscas, o que no sea deseable que las haya porque implica ría romper compromisos previos.
  • "extraordinarios": Son aquellos que has tenido este año, pero puede que no tengas el siguiente, como por ejemplo si has invertido en alguna infraestructura nueva o si has recaudado mucho en un sector voluble.
  • "diferidos": básicamente, créditos y deudas, o ahorro. Me ayuda a cuadrar las cuentas ahora, pero a cambio me supondrá un coste corriente adicional en el futuro, o al revés, el ahorro presente ayuda a realizar gastos imprevistos más adelante.
En una economía estos tres tipos no son completamente independientes entre sí. Por ejemplo, si tengo un gasto extraordinario y hago una carretera nueva, eso redundará en un mayor ingreso extraordinario en impuestos ese año (vía beneficios empresariales y salarios de los trabajadores que la construyan), y quizá también un mayor ingreso corriente en años siguientes si esa carretera aumenta la actividad económica independientemente del impulso inicial de su construcción. Si he tenido que financiar la construcción también implicará mayor gasto corriente en el futuro para devolverla. Hay ingresos corrientes, como las cotizaciones sociales, que permiten pagar gastos corrientes (las pensiones actuales) pero también implican compromisos futuros.

Simplificando mucho, parece más o menos razonable que la composición del gasto y de los ingresos debería seguir unas ciertas lineas generales de "buenas prácticas" para ser sostenible a largo plazo y no cabrear demasiado a nadie:
  • Los gastos corrientes, incluido pago de deuda, deberían ser aproximadamente iguales o menores a los ingresos corrientes en media
    Si tengo obligaciones que se voy a tener que pagar el año que viene, es mejor que las pague con los ingresos que sé que voy a tener. Si no me llega un año, sé que puedo terminar de pagar la diferencia con deuda, a costa de tener mayores costes en el futuro. Si en el futuro me pasa al revés, y me sobra dinero, no hay problema. 
    Sin embargo, si siempre tengo que tirar de deuda, podemos tener un problema a medio/largo plazo ya que esos costes acumulados impedirían que pagase otras cosas necesarias.

  • Para poder subir o bajar gastos corrientes, lo suyo es subir o bajar ingresos corrientes
    ¿Quieres más servicios o prestaciones? Paga más impuestos. ¿Quieres menos impuestos? Reduce servicios. Hay una tercera variable, la eficiencia en el gasto, que siempre es deseable mejorar, pero tiene sus límites. Una vez alcanzamos ese límite o nos resignamos a que no se puede eliminar un cierto grado de ineficiencia, el nivel de gasto es una cuestión esencialmente ideológica, no económica, siempre que se consideren gastos e ingresos más o menos equilibrados.

  • Las inversiones extraordinarias se pueden pagar con ingresos corrientes (si sobra), ingresos extraordinarios, o deuda
    En los dos primeros casos si las inversiones salen como el paradigmático ejemplo del aeropuerto de Castellón, es malo. Es un despilfarro, y se pierde la oportunidad de estar mejor. Durante la construcción se ha dado más trabajo, que no está mal, pero en general es una oportunidad perdida.
    Sin embargo, si se ha hecho con deuda, dentro de unos años nos tendremos que quitar gasto corriente o aumentar ingresos corrientes para pagarnos el capricho. Hay que ser especialmente cuidadoso en este caso y asegurarnos de que la inversión rinda ingresos corrientes futuros para recuperar el coste.

  • No es bueno pagar gastos corrientes con ingresos extraordinarios
    Los humanos somos así, nos acostumbramos rápido a lo bueno y nos cuesta adaptarnos a lo malo. Y para poder hacer planes, necesitamos una cierta estabilidad. Si se proporciona un servicio aprovechando un ingreso con el que no se contaba, y al cabo de unos años éste desaparece, nos encontramos en el terrible dilema de reducir el servicio (malo), o de aumentar de alguna forma los ingresos para compensar (malo también*). Además pierdes la inversión que hayas tenido que hacer en forma de infraestructuras necesarias.
    *Por supuesto, partimos de la idea de que ningún ciudadano quiere pagar más impuestos porque sí, aunque pueda querer hacerlo por pensar que merece la pena lo que él o la sociedad recibe a cambio. En este caso, hablamos de una subida de impuestos para mantener lo que ya existía, no por conseguir nada adicional, lo que no suele ser bien acogido.

Hasta aquí creo que no debería haber nada demasiado controvertido. Son líneas generales, no reglas estrictas, validas tanto para un estado mínimo como para un gran estado socialista, y creo que son medio sensatas. Veamos ahora algo que puede ser más controvertido y con datos concretos.

Un problema es que a veces cuesta distinguir entre ingresos corrientes y extraordinarios. Los ingresos corrientes deberían subir si aumenta la población, la actividad económica, la productividad, los tipos de impuestos (con el permiso de Laffer), etc o cualquier combinación de éstas variables que no son tampoco totalmente independientes entre sí, y viceversa. En circunstancias normales, estos cambios suelen ser graduales, o al menos predecibles a corto/medio plazo según una tendencia. Digamos que consideramos a los ingresos y gastos que no son tan predecibles y pueden tener variaciones bruscas como "extraordinarios".

Hay que notar que, al menos en su configuración actual, por ejemplo el Impuesto de Sociedades podría entrar en esta categoría, ya que cayó de 44.000 M€ en 2007 a 19.000 M€ en 2008 y 15.000 M€ en 2009, y todavía apenas pasamos de la mitad de esa cantidad récord en 2016 con 25.000 M€. Considerando que en 2003 el impuesto de sociedades rondaba los 22.900 millones, el crecimiento previo también había sido bastante espectacular.

Viendo la evolución de la recaudación por impuestos sobre ingresos de sociedades, IVA, ingresos de particulares (IRPF), impuestos a la propiedad y cotizaciones sociales en valores absolutos desde el año 2000, parecería que no hay diferencia pre-crisis. Todos ellos siguen una tendencia similar hasta 2006-2007:

Ingresos públicos de España por tipo de impuesto, en miles de millones de euros
Fuente; OECD.Stat y elaboración propia
Sin embargo, si tomamos porcentajes con respecto al PIB para intentar compensar el efecto de la variación en la actividad económica, vemos que estos impuestos muestran una mayor variabilidad frente a otros que mantienen un peso más estable.

Podemos distinguir una primera fase hasta 2003 en la que el peso de cada impuesto y de la recaudación total permanece prácticamente estable. Entre 2004 y 2007, el peso de algunos de esos impuestos aumenta notablemente, mientras que entre 2007 y 2009, año de menor recaudación de la crisis, esos mismos impuestos caen de forma considerable, a lo que sigue una nueva fase de leve recuperación y estabilidad.

En concreto vemos que en el periodo 2007-2009 el peso de los impuestos a los ingresos de sociedades cayó un 51%, los impuestos de propiedad un 31%, el IVA un 34% y el IRPF un 12%, mientras que el resto de impuestos y las cotizaciones sociales se mantuvo aproximadamente estable en peso.

Ingresos públicos de España 2000-2015, por tipo de impuesto en % sobre PIB
Fuente: OECD.Stat


















Ingresos públicos de España 2000-2015, por tipo de impuesto en % sobre PIB
Fuente: OECD.Stat y elaboración propia

A partir de aquí me temo que voy a cuñadear (aun más de lo normal) ya que no soy un experto, pero se me ocurre que intuitivamente, si el objetivo de los impuestos es tasar la actividad económica, parece extraño que su recaudación varíe de forma diferente a la de la propia actividad económica. Si esto se consiguiera perfectamente, la elasticidad entre ambas sería 1 y el peso relativo al PIB sería constante.

Quedaría por ver si esta intuición es realmente deseable, o qué implicaciones tendría, pero si esto sucede con algunos impuestos y no con otros, podría indicar un desequilibrio entre sectores económicos. De hecho, quizá el crecimiento del peso de estos impuestos podría haberse considerado como una señal de recalentamiento de la economía. Espero que quizá Manuel pueda hablar de esto, siempre con bastante más criterio que yo.

Teniendo esto en cuenta, quizá hubiera sido una buena idea no considerar como ingresos corrientes parte del peso de la recaudación por esos conceptos, ya que no se derivaba de un cambio estructural como un aumento de los tipos impositivos, por ejemplo. Si eso hubiera pasado, los gastos corrientes habrían crecido más lentamente, habríamos tenido un superávit que invertir o ahorrar más tarde, y el efecto de la crisis se podría haber suavizado notablemente.

Por ejemplo, si entre 2004 y 2007 hubiéramos considerado como ingreso extraordinario y ahorrado cualquier recaudación del Impuesto de Sociedades por encima del 3% del PIB, que era su valor medio pre-crisis, en 2008 habríamos tenido una hucha de 42.000 millones de euros. Si hubiéramos hecho lo propio también con los impuestos a la propiedad por encima del 2.2% del PIB, habríamos ahorrado otros 29.000 millones hasta un total de 71.000 millones de euros. Durante esos años, el gasto público se habría tenido que incrementar más lentamente, ya que los ingresos corrientes habrían sido entre un 1 y un 1.4% del PIB menores. Pero también habría sido suficiente para cubrir buena parte del déficit excesivo en 2008-2009, y quizá la caída de 20.000 millones en la recaudación del IVA se habría atenuado.

Por supuesto este análisis es muy de andar por casa, y asume (falsamente) que todo lo demás no cambia, pero podría servir como primera aproximación. Si el incremento de gasto público hubiera sido menor durante los años de la burbuja, es previsible que el PIB también hubiera sido algo más bajo. Sin embargo, sabemos que el famoso multiplicador fiscal es bastante menor durante la fase expansiva del ciclo que en las recesiones. Quizá el impacto no hubiera sido grande económicamente. Podría depender de qué se hiciera con ese dinero ahorrado, de si estuviera congelado en una cuenta o invertido en algún producto relativamente líquido, por ejemplo en un fondo de inversión soberano. La cosa se complica aún un poco más pensando que por ejemplo todos estos ingresos están distribuidos por distintos niveles de la administración pública (nacional, autonómica y local).

Esto quizá pueda parecer una idea radical, pero en el fondo es el keynesianismo más básico y ortodoxo (en realidad, la parte de la receta de Keynes de la que todo el mundo se olvida sistemáticamente). Evidentemente esto es muy fácil de decir retrospectivamente, pero bastante complicado de pensar, o de vender políticamente antes de una crisis. Siempre hay gente en riesgo de pobreza o con carencias, y gente que preferiría pagar menos impuestos. Mantener superávits y ahorrar esas cantidades en lugar de conceder más ayudas sociales o reducir los impuestos recibiría presiones tanto por un lado como por el otro. Es dudoso que un político con la previsión y el valor suficiente como para hacerlo hubiera seguido en su puesto en la legislatura siguiente.

En resumen, para considerar la estabilidad de nuestras cuentas públicas no deberíamos tener en cuenta tan solo el volumen total de ingresos o gastos, sino la variabilidad de las distintas partidas que lo componen, debido tanto a factores externos como al propio ciclo económico, antes de comprometernos a mayores gastos futuros que sean difíciles de reducir.

Otra forma de verlo es que podría resultar deseable modificar el sistema impositivo para que la recaudación fuera más estable, al menos con respecto al PIB o PIB per cápita. Algunos de los impuestos, ya sea por sus características propias o por su diseño en España, parecen especialmente variables, y pueden suponer un problema si no planificamos nuestro ahorro y nuestros gastos adecuadamente. Y de esto creo que Manuel va a hablar largo y tendido.




martes, 28 de marzo de 2017

Teoría de Juegos, Murcia edition

Autor invitado: @demostenes_av



Durante todo este último mes parte del circo político patrio ha estado centrado en la región de Murcia, con la imputación del Presidente de la Comunidad, Pedro Antonio Sánchez, y el incumplimiento del pacto de investidura que su partido, el PP, firmó con Ciudadanos para conseguir la presidencia de Rajoy.

La posición de Ciudadanos nunca fue fuerte, ya que sólo cuenta con 4 de los 45 diputados de la Asamblea Regional. Sin embargo, la igualdad de los otros dos bloques (22 para PP, 19 para PSOE + Podemos) en teoría le permite ejercer de bisagra para darle el control de la comunidad autónoma a unos u otros.

Crédito: Web de la Asamblea Regional de Murcia

Ese papel de bisagra es, sin embargo, casi puramente sobre el papel. Si bien sería factible que se entendiese con el PSOE, es conocida y notoria la diferencia ideológica que separa a Ciudadanos de Podemos, y resultaría francamente extraño que un partido aupara al otro al gobierno. 

El incumplimiento del pacto de investidura significaba que Ciudadanos tenía que reaccionar. Y así lo hizo... pero tibiamente. Primero, con la ruptura del pacto de gobierno en la comunidad el 2 de marzo, lo cual apenas implicaba nada. Una semana después, elevaba el tono con amenazas de apoyar una hipotética moción de censura ante la decisión del PP de mantener a Sánchez en su puesto, pero con un generoso plazo de 19 días. Además, una de las condiciones para ese apoyo sería que se convocasen elecciones anticipadas en lugar de simplemente reemplazar al presidente por algún candidato del PSOE, segunda fuerza de la comunidad. Ésto probablemente se interpretó desde el PP como una reticencia a seguir por esa vía hasta el final, sobre todo teniendo en cuenta que también requeriría la participación de Podemos, que más que probablemente exigiría alguna compensación política por ello. Por el motivo que sea, parecen decididos a ver el farol de Ciudadanos.

Ante dos opciones malas desde el punto de vista de Ciudadanos, intentar salirse por la tangente con una petición de ese tipo puede parecer la mejor opción para no asumir un coste político. Sin embargo, no hace nada más que poner de manifiesto la debilidad de su posición. Una de las premisas básicas de la teoría de juegos es que para tener poder de negociación, las amenazas de uno han de resultar creíbles. Si Ciudadanos se muestra orgánicamente incapaz de apoyar al tándem PSOE-Podemos, el PP no tendría ningún incentivo para ceder en ninguna de sus peticiones, ya que saben que no tendría coste para ellos.

De la misma forma, tampoco tendrían ninguna capacidad de influir en el otro bloque, por dos motivos: primero, por saber que nada de lo que ofrezcan puede ser aceptado si conlleva que Podemos entre en el gobierno de Murcia; y segundo, que saben que un posible apoyo continuado al PP con un presidente imputado sólo puede desgastarles y quizá atraerles votos a ellos. Quizá por ello el PSOE está forzando la situación presentando una moción de censura incluso sin cerrar previamente un acuerdo con el resto de fuerzas. Si fracasan, el peso recaerá íntegramente en Ciudadanos y en Podemos. La indecisión en esta coyuntura dista mucho en esta ocasión de ser el punto medio virtuoso entre extremos.

Quizá sea muy fácil decirlo desde fuera, pero a mi juicio la mejor alternativa habría sido seguir dos reglas claras: 1º, que cualquier mayoría alternativa es legítima, ya que al fin y al cabo representa a una buena parte de los votantes; y 2º, que en una democracia parlamentaria, lo principal es respetar las reglas del juego, tanto las leyes que conforman un Estado de Derecho como los acuerdos a los que se llegan con otras fuerzas. Ello implica que un partido que falta a su palabra debe ser castigado, incluso si ello le da el gobierno a otra fuerza con la que se discrepa profundamente en el plano ideológico. A corto plazo puede resultar doloroso, pero a largo plazo resulta imprescindible que todos sepan que incumplir compromisos tiene consecuencias. De lo contrario, el capital político de sus socios se evapora.

Desde el punto de vista estratégico, una postura clara, decidida desde el inicio, incluso antes de la crisis en Murcia, habría reforzado la posición de Ciudadanos y hecho que el PP se lo pensase dos veces antes de lanzarles un órdago.  No es impensable que esto sea un tanteo, una vuelta de tuerca más para ver hasta dónde pueden forzar los límites (ya bastante estirados) en el acuerdo a nivel nacional, que alguno de sus dirigentes consideraba "lentejas". La animadversión mutua entre Ciudadanos y Podemos es en este caso una debilidad, sobre todo para los primeros.

Además, si las condiciones hubieran estado claras, la responsabilidad de darle el gobierno a PSOE y Podemos habría recaído únicamente en el PP. Tal y como se ha desarrollado la situación, vote lo que vote Ciudadanos en la moción quedará como una decisión obligada e improvisada y que implicará un coste político, tanto en la región como posiblemente a nivel nacional. Un partido como Ciudadanos, al borde de verse fuertemente perjudicado por el efecto electoral de las circunscripciones provinciales, no puede permitirse no aparecer como decisivo.

Desde un punto de vista de funcionamiento democrático, las líneas rojas y los bloqueos mutuos representan un problema considerable en un sistema parlamentario sin mayorías claras. Y parece que ese es el escenario al que se dirigen en Murcia. Creo que haríamos bien en dejar de ver como impensable el apoyo puntual a otros partidos rivales si está debidamente justificado.

En el nuevo panorama político tras las elecciones del 20D y el 26J, con un parlamento fragmentado y sin mayorías claras, creo que resulta imperativo que los partidos puedan llegar a acuerdos entre sí. Las luchas partidistas no pueden primar sobre la búsqueda de acuerdos y alianzas, estables o puntuales, so pena de llegar a una situación de bloqueo que ya nos llevó a unas segundas elecciones y estuvo a punto de llevarnos a unas terceras. Si sumamos a ello falta de confianza mutua, éstas situaciones pueden ser no sólo más normales sino inevitables. La experiencia reciente a nivel nacional puede hacernos pensar que es no es tan grave, pero tuvimos la suerte de que nos pillara en una fase de recuperación internacional. Si ese bloqueo de casi un año hubiera tenido lugar en una fase más crítica las consecuencias podrían haber sido bastante peores.

lunes, 20 de marzo de 2017

"Cómo triunfan los niños". Un libro de Paul Tough


"Cómo triunfan los niños" Determinación, curiosidad y el poder del carácter. Paul Tough
Editorial Palabra 

https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Arthur_Rothstein,_Boy_building_a_model_airplane_as_girl_watches,_FSA_camp,_Robstown,_Texas,_1942.jpg
From es.wikipedia.org
Archivo Arthur Rothstein, "Boy building a model airplane as girl watches",
FSA camp, Robstown, Texas, 1942

Leí sobre este libro hace años en el blog Farnam Street y al igual que sucede con las listas semanales que te sugiere Spotify (siempre incluye canciones que ya conoces y sabe que te gustan para llevarte de la mano a nuevos descubrimientos) el recuerdo de conceptos familiares hizo que lo comprara y empezara a leerlo a las pocas horas de recibir la recomendación de Berta Gª de Vega (@martinidemar ).
Creo que es un libro que deberíamos leer todos aquellos a los que nos importa la educación, nos interesa el aprendizaje, nos preocupa la pobreza o les gusta el ajedrez. Si tienes niños pequeños o adolescentes puedes encontrar herramientas interesantes y despejar prejuicios. Por último, si te fascina la política, verás perfectamente retratados algunos sesgos de derecha e izquierda que llevan mucho tiempo fastidiando a los que dicen querer ayudar. Una vez que los ves no puedes parar de reconocerlos en asociaciones y partidos varios.

Es un libro escrito por un canadiense casi americano y, me atrevería a decir, para un público sobre todo americano. La actitud de los "yankis" muchas veces nos parece a los europeos demasiado inocente y excesivamente entusiasta. Nuestra tendencia al pesimismo contrasta brutalmente con las ganas de solucionar cosas mediante esfuerzo y optimismo que irradian la mayoría de las actividades que los americanos idean. Sí, nos da "vergüencilla" esa actitud desinhibida y apasionada pero luego escuchamos a Michelle Obama y lloramos de envidia.
Esa actitud vital la he visto muchas veces en sus aproximaciones a la educación. Supongo que de cada diez intentos solo les funciona uno pero es encomiable el empeño y la energía que demuestran en seguir intentándolo, en demostrar que hay herramientas y no es aceptable dar por perdido a nadie y mucho menos que a nadie a ningún niño.

El libro tiene algo estupendo: una extensa bibliografía que recoge estudios, experimentos y "papers" sobre todo aquello que le ha llevado a escribir el libro que ha terminado escribiendo.
Quizás porque pasaron muchos años creyendo que las políticas públicas habían de demostrar su eficacia, documentan cada intento serio que recibe fondos y no parecen tener pudor en concluir que algo, que parecía muy prometedor y "excitante", no ha servido para nada. Tienen datos, muchos.

Cuento todo esto porque durante la lectura he pasado de la sonrisa irónica al asombro y vuelta a la una y al otro. La experiencia y prejuicios del lector inclinarán la balanza en un sentido u otro. Personalmente lo califico entre los libros que me han enseñado cosas interesantes y han cambiado mi visión de ciertos temas.

¿De qué va este libro?
Va de pobreza y niños.
No. Va de los efectos de la pobreza en los niños.
No. Explica cómo la pobreza en la infancia puede destruir tus oportunidades en la vida y sobre todo y especialmente, va de qué podemos hacer para minimizar sus estragos.

La pobreza sostenida, sobre todo en la infancia, casi nunca viene sola. Se acompaña de estrés, de ausencia de paz y confianza básicas para crecer, de tensión constante en el hogar y muchas veces de traumas.
Ante eso tratamos de sobrevivir y nos adaptamos como mejor sabemos hacerlo: utilizando los mecanismos físicos y psíquicos de los que disponemos. Es lo que se denomina "carga alostática" (Evans & Schamberg 2009) efectos físicos de tener el sistema de respuesta al estrés sobrecargado. Pues parece bastante aceptado que cuanto mayor es este indicador peor para las funciones ejecutivas y la memoria de trabajo. Esta memoria es un mecanismo de almacenaje de nuestro cerebro que nos permite mantener cierta cantidad de información activa durante un corto periodo de tiempo y manipularla. Es imprescindible para tareas como la comprensión lectora o la resolución de problemas y sobre todo es fundamental para el almacenaje de larga duración.
Hay algo odiosamente injusto en esto.

El resto del libro es un repaso a lo que se sabe que se puede mejorar y lo que se sabe que no funciona. Tal vez, como padres o profesores, no podamos eliminar de un plumazo las situaciones de pobreza sostenida que destruyen el futuro de muchos niños, pero sí podemos desarrollar herramientas que les ayuden a sobrevivirla, reducir esa desventaja de partida y, como dice Tough, triunfar.

Explica, por ejemplo, los trabajos sobre el apego seguro en la primera infancia, la maleabilidad de la inteligencia, la relativa importancia del CI, lo mal que podemos llegar a interpretar los test que lo miden y se centra especialmente en aspectos poco trabajados como el carácter.

No lo hacemos bien con el carácter, ni los padres ni los colegios. Sabemos que para tener oportunidades y una vida más o menos plena hay cosas que deseamos fomentar en nuestros hijos: valor, perseverancia, curiosidad, optimismo, interactuar socialmente, autocontrol, frustración, amabilidad, integridad, determinación, tolerancia... Creemos que el ejemplo basta, que la información basta, que el carácter es innato o se elige.
Nos maravillan los casos de éxito de personas que teniendo todo en su contra se alzan sobre la adversidad y acaban montando un imperio o realizando una proeza. Creemos que son seres especiales con dotes especiales. Puede ser, pero no es la única vía de obtener esos "superpoderes" que te convierten en una persona resiliente.

El carácter, como la inteligencia, es maleable. Se trabaja, se observa y se modifica.

No se aprende si no se fracasa. No se fracasa si no te enfrentas a situaciones en las que existan posibilidades reales de fracasar.
"Aprender es difícil: ese es el problema. Es divertido, emocionante y gratificante pero a veces es agotador, desesperante y aburrido" dice Duckworth. Y sí, el carácter importa al menos tanto como la inteligencia.

El capítulo dedicado al ajedrez y a Spiegel es fascinante. Su trabajo con los adolescentes del colegio 318 la manera en que la práctica transforma su manera de pensar y observar cómo piensan ("metacognición"). Convertirte en un científico de tu propio pensamiento obligándote a repasar tus errores para buscar explicación y alternativas que hubieran funcionado mejor. Su insistencia en pensar más despacio, su invitación a los retos y a tratar a los adolescentes con el respeto que cualquier adversario de alto nivel te merecería. Lo confieso, en ocasiones puede parecer un tanto extrema.
Con el ajedrez viene la "falsabilidad" (esto deberíamos practicarlo todos un par de veces al día). Cuando tenemos una sospecha el sesgo de confirmación nos impulsa a hacer las preguntas encaminadas a confirmarla. Los jugadores de ajedrez están acostumbrados a hacer lo contrario; formular las preguntas cuya respuesta podría confirmar que su sospecha es errónea. Al final consiste en un balance entre anticipar todos los posibles obstáculos y pensar solo en los beneficios.

En la parte final es donde, por primera vez, aparecen las opiniones del autor. Habla de liberales (nuestras izquierdas o progresismos) y conservadores (sus republicanos y nuestras derechas) y les afea a ambos la parte de razón que no ven en el otro cuando han de tomar decisiones que afectan a la educación y en especial a las políticas que podrían suponer una verdadera diferencia entre los más pobres.
Se queja (esto nos sonará) de que, cuando se enfocan los problemas educativos de los más desfavorecidos, los reformistas educativos acaban hablando exclusivamente de la calidad del profesorado (cuando eso solo es una parte pequeña del problema) y los escépticos prefieren centrarse en términos más abstractos como alimentación o sanidad deficiente y/o discriminación. Protesta porque estos enfoques solo han sido capaces de ayudar a alumnos de bajos ingresos con muy buena capacidad intelectual:
"Cuando un joven se encuentra entre esos más de 7 millones de niños que pertenecen a familias con ingresos inferiores a 11.000$ (al año para familias de 4 miembros) tiene que enfrentarse a un sinnúmero de obstáculos e inconvenientes para tener éxito en el colegio. Se pueden hacer con ellos simples reflexiones financieras: una familia así no puede permitirse comprar un abrigo o una comida realmente nutritiva y mucho menos juguetes educativos. Sin embargo el inconveniente más importante para el aprendizaje trasciende casi con toda seguridad las necesidades económicas."
¿Por qué, si sabemos que su aprendizaje depende mucho de otros factores que no consideramos, se enfocan así las "políticas de la desventaja"?

Tough aporta tres ideas, me detendré en la tercera: esta ciencia de la complejidad, dice el autor, supone un desafío a creencias políticas muy arraigadas en ambos lados del espectro.
Reconocer que el carácter y la personalidad importan mucho es una concesión al ideario más conservador. Admitir que el carácter no es innato ni se elige, sino que está íntimamente afectado por las condiciones y el entorno en el que se desarrolla el niño, sería un triunfo de los progresistas.

Una herramienta. No imagino mejor regalo para el niño que tengas cerca.

lunes, 20 de febrero de 2017

¿Desigualdad? Es posible que no lo esté entendiendo bien

Autor invitado: @Demostenes_av


Si hay un concepto que aparece una y otra vez en el debate público sobre economía y sociedad desde que comenzó la crisis es "desigualdad". Se han escrito artículos, blogs, incluso libros bestsellers y sesudas tesis académicas. Pero tengo la sensación de que para el gran público, e incluso para muchos expertos, el término ha degenerado un poco y se ha convertido en un mantra, eslógan a eslógan.

Vamos a empezar por algo que es básico y poco controvertido, pero es olvidado a menudo: lo que conocemos como "desigualdad" dentro de una sociedad* es un fenómeno complejo, con muchas dimensiones, que no se captura bien sólo con un número, como puede ser por ejemplo el índice de Gini de la distribución de ingresos. Expertos mundiales en desigualdad como Branko Milanovic (por ejemplo aquí) indican que dependiendo del aspecto que se quiera investigar, en unas ocasiones será más útil ver la distribución de ingresos, otras la de riqueza, y en otras ocasiones la de consumo. Si solo nos quedamos con que el Gini de ingresos de España está en 34.6 en 2015, estamos viendo sólo una parte muy pequeña del cuadro entero.

Ahora voy a ir un paso más allá. Esto hace que a veces nos estemos concentrando en el dato equivocado. No es que seamos tontos, o nos engañen, tiene su razón de ser, como veremos más adelante. Pero la desigualdad no es siempre lo realmente importante, y esto explica muchas cosas.

Antes de que mis lectores más LET saquen el champán y los más prosociales dejen de leer despavoridos ante tamaña herejía, les pido un poco de paciencia a ambos, ya que creo que tanto unos como otros no terminan de enfocar el tema correctamente.

Mi argumento es que cuando vemos un caso de desigualdad económica dentro de un mismo país como algo negativo e indeseable, en realidad lo que nos preocupa es otra cosa que vemos consecuencia de esa desigualdad. Algunas de estas cosas pueden ser:
  • pobreza material absoluta, es decir, no tener suficiente para vivir
  • exclusión social debida a pobreza material relativa
  • incertidumbre de cara al futuro por tener un patrimonio reducido
  • falta de igualdad de oportunidades
  • tensiones sociales por envidias o por injusticias percibidas
  • acumulación excesiva de poder en manos de la gente con más recursos
  • "extracción de rentas" y corrupción
  • etc.
El punto clave es que ninguna de ellas es inevitable o se deriva automáticamente de la existencia de desigualdad económica. Es posible, al menos teóricamente, tener alta desigualdad sin tener apenas pobreza material absoluta, o con baja pobreza relativa respecto de los ingresos medianos, o sin que haya acumulación excesiva de poder. Es más, con o sin desigualdad, puede darse una de esas situaciones sin que se den las otras.

En esto radica el carácter "multidimensional" de la desigualdad: en realidad no es una sola cosa, sino muchas cosas distintas, relacionadas con la desigualdad económica pero a veces causadas o limitadas por muchos otros factores distintos e independientes.

Si mi vecino tiene más dinero que yo, o una casa más grande, o un coche mejor, no tiene por que ser malo o injusto. Puede ser una consecuencia de la diferencia de preferencias, de las decisiones que hemos tomado cada uno, o simplemente de la suerte. Puede ser debido a que yo tenga 30 años y mi vecino 50 y simplemente yo no haya tenido el mismo tiempo tiempo para ahorrar que él. Una cierta desigualdad no tiene por qué ser algo a evitar si no se da también a la vez una o varias de las situaciones de la lista anterior.

Es importante darse cuenta de esto, porque es lo que posibilita hacer un diagnóstico adecuado. La reducción de la desigualdad económica no puede ser un objetivo absoluto, ya que hay muchas formas de intentarlo, pero no todas resultan efectivas para reducir los problemas reales que hay debajo.



Veamos un ejemplo. Hace unos años una persona de un foro me estuvo insistiendo en la necesidad de limitar por ley los ingresos anuales a un millón de euros. En 2014 Pablo Echenique planteaba en Twitter la conveniencia de poner un impuesto del 95% a las rentas altas, postura que repitió hace unos días en un programa de televisión, y que en la práctica viene a ser lo mismo. Fuera del papel, que todo lo aguanta, lo que esto quiere decir es que la gente que pueda ganar más de esa cantidad límite posiblemente abandonase el país, o al menos trasladase la sede fiscal de sus negocios a otra parte.

Sin duda esto daría lugar a una distribución más igualitaria de los ingresos, al menos formalmente. Sin embargo, sabemos que en España durante la crisis la desigualdad no creció por el aumento de ingresos del 1% más rico (como sí ha pasado en Estados Unidos por ejemplo), ya que su proporción con respecto del total ha permanecido estable o incluso ha disminuido durante la crisis. La causa principal, por el contrario, ha sido la caída de los ingresos del 30% más pobre de la población. En entornos académicos (al parecer no tanto en los políticos) ese dato está más que asumido.
Porcentaje de ingresos totales obtenidos por el 10% y el 1% más rico
Fuente: The World Income and Wealth Database
Si adoptásemos una medida semejante, e incluso ignorando el efecto sobre el empleo de esta fuga de las rentas más altas, ello no significaría ni un euro más para la población más pobre. Quizá haya quien crea que sí, que tendrían que dejar aquí sus propiedades y que éstas podrían ser repartidas. No es el caso, salvo que estuviésemos dispuestos a saltarnos el ordenamiento jurídico nacional e internacional, y sólo conseguiríamos que perdieran valor. Otros quizá argumenten que los ingresos que no obtuvieran los más ricos acabarían fluyendo hacia los demás, pero estaría cayendo en el error de creer que una economía es un juego de suma cero, cuando hay sobrada evidencia de que no es así. Lo más probable en ese caso sería una contracción de la economía, en lugar de una redistribución de la misma.

De esa forma, con buenas intenciones pero un mal diagnóstico habríamos reducido la desigualdad de ingresos sin solucionar absolutamente nada, y más que probablemente sólo habríamos conseguido empeorar la situación de muchos en el camino. Lo que en algunos supuestos, como el caso de la existencia masiva de "élites extractivas" podría llegar a tener sentido, en otros se vuelve contraproducente.

Eso no quiere decir que no se pueda hacer nada. Por comparar, una alternativa de las muchas posibles sería una subida moderada de impuestos distribuida entre toda la sociedad que no expulsase a nadie pero permitiera mayores ayudas hacia los más pobres. O políticas activas de empleo que les facilitasen formación adecuada a los parados y aumentasen la posibilidad de conseguir un trabajo. Esas serían otras formas claras de reducir la desigualdad económica que sí estarían atacando un problema concreto y real. Pero claro, eso podría afectar negativamente a más gente que pagaría más impuestos, o producir efectos sólo a medio o largo plazo, por lo que resultan planes más difíciles de vender.

Hay quien diría que la mejor forma de reducir la pobreza a largo plazo es reduciendo las trabas burocráticas a las empresas para aumentar el empleo. Si bien es posible, también puede que eso acentuase (o no) la desigualdad económica. No quiero enzarzarme en ese debate ahora, ya que es complejo. Pero bajo esta nueva perspectiva quizá ese debate se pueda realizar de forma más sosegada y centrándonos en problemas concretos, que tal vez tengan otras soluciones, y no en la desigualdad como concepto abstracto.



¿Por qué esa fijación con la desigualdad entonces? ¿Por qué hay gente muy lista "perdiendo el tiempo" con eso? En parte se debe la búsqueda de igualdad de resultados, que puede ser criticable (antes he dado ejemplos) pero es abrazada por muchos como ideología de base. Sin embargo, y desde posturas más pragmáticas y menos ideológicas, creo que también es porque simplemente, no les queda otra opción. En un mundo tan complejo, a veces nos encontramos con la limitación de cómo obtener los datos necesarios para poder sacar conclusiones basadas en algo objetivo. 

La desigualdad de ingresos es algo medible más o menos fácilmente gracias a las agencias gubernamentales que recaban esa información para los impuestos. La de riqueza es más difícil de medir, pero se puede estimar (con muchas salvedades e imperfecciones, como hay que matizar cada vez que sale el informe de Oxfam, por ejemplo). Para estimar la de consumo hay que tirar de encuestas. Pero la incertidumbre, la igualdad de oportunidades o la extracción de rentas, son conceptos fáciles de definir pero muy, muy difíciles de medir bien, y menos en plazos cortos de tiempo para ver su evolución. La pobreza absoluta sí se puede medir fácilmente, pero es sólo una parte de la historia, como muestra la aparición de indices más completos pero difíciles de interpretar como el AROPE. Por ello, seguir la evolución de la desigualdad económica es importante porque, aunque sólo sea un indicador imperfecto, es de lo poco que podemos medir de forma mínimamente adecuada a corto plazo.

Y no nos engañemos, aunque la desigualdad pueda no ser siempre la causa directa de muchas consecuencias negativas, ciertamente está correlacionada con ellas. Es difícil que haya una desigualdad alta y no haya algo más a la vez, y sería bastante ingenuo ignorar la llamada de atención que supone un incremento pronunciado. 

Por lo tanto la desigualdad económica, en sus múltiples vertientes, es un indicador que debemos seguir con atención. Eso no quiere decir que debamos caer en el fetichismo de pensar que la desigualdad es siempre el problema, la enfermedad y no sólo el síntoma de la misma. Es una forma casi segura de gastar esfuerzos sin solucionar nada en realidad.



* En todo este artículo me he referido a la desigualdad económica entre individuos de la misma sociedad o país. La desigualdad entre países, de lejos la más relevante a nivel global, tiene un tratamiento algo distinto. En particular porque algunas de las situaciones que entre individuos se pueden considerar como algo a corregir, entre países se ven como "normales" o "aceptables", aunque desde una perspectiva universalista ello no tenga mucho sentido. Ésto lleva a aparentes contradicciones como que quienes luchan activamente contra la desigualdad económica dentro de un país o región puedan a la vez oponerse a perder riqueza o ingresos en favor de otras zonas más pobres. Éste es un debate que dejo para otro momento para no extenderme demasiado aquí.

domingo, 11 de diciembre de 2016

Un mueble, un lavabo y tres cajones.

El otro día Alberto (@pmarsupia) se preguntaba en twitter por qué necesitaba tener un papel delante para pensar. Yo le respondí que no lo sabía, pero que yo necesitaba discutir.
Cuando una idea me ronda la cabeza como una especie de bruma suelo contársela a varias personas. Tras cierto tiempo, pueden ser horas o días, acaba tomando forma o se evapora definitivamente.
Hablar me ayuda a perfilar, ajustar, corregir y sobre todo me ayuda a librarme de prejuicios e ideas erróneas. Cuando debato sé que no estoy en posesión de la verdad y agradezco argumentos que me desmonten porque para eso debato. Para ayudarme a pensar mejor. Es una gimnasia excelente y no tiene un campo específico en el que aplicarse: abarca toda tu vida.
Pensar de una manera aseada es algo realmente fértil.
Últimamente me altera debatir y no es porque no me den la razón, o me la quiten demasiado a menudo, sino porque está dejando de ayudarme a pensar.
Cada vez más me encuentro con que el problema infranqueable no es de conocimientos sino de honradez.
Solo con el bagaje que llevamos dentro del cerebro, deberíamos ser capaces de llegar a conclusiones sofisticadas, a demostrar el teorema de Pitágoras o la suma de 100 números de Gaus. Sí, cualquiera puede hacerlo con su armamento de serie, pero tenemos que saber pensar y reconocer cuándo nos hacemos trampas.
Cuando a una premisa respondemos con una conclusión que no se deriva de ella, no estamos siendo agudos, estamos haciendo trampas. Cuando relacionamos conceptos que no se deducen uno del otro solo para inducir una idea, que nada tiene que ver con el debate y sí con nuestra ideología, en la cabeza del "contrincante", cuando cambiamos de asunto mientras el otro está respondiendo a nuestra cuestión inicial, y tantas otras triquiñuelas, no estamos usando ese arsenal con el que venimos equipados los humanos. Estamos resultando irritantes, quemando oxígeno inútilmente y haciendo perder el tiempo y el humor al que nos escucha.
Quizás necesito debatir porque me centra. Soy dispersa (relaciono cosas dispares constantemente) y tratar de explicarle a alguien mis argumentos me obliga a hacer el esfuerzo de hilarlos, comprobar que uno lleva a otro y que no he pegado un par de saltos en el espacio. Por eso los debates tramposos me molestan especialmente.
Esta semana la he pasado haciendo algo que me resulta muy placentero: parametrizar modelos.
Trataré de no ser muy pesada explicándolo pero quiero hacerlo bien para que se entienda qué tiene que ver con el asunto del debate.
Imaginemos que tenemos que hacer un lavabo, un mueble para colocarlo debajo y queremos que ese mueble tenga cajones. Pongamos 3 cajones.
Modelo un lavabo con un diseño muy sencillo, luego modelo un cajón muy básico y por último el mueble que alojará los cajones y soportará el lavabo.
Al lavabo le asigno unos parámetros que yo defino y nombro, por ejemplo: AN_ lavabo (Ancho del lavabo), LA_ lavabo (largo del lavabo), AN_ seno (ancho del seno del lavabo) y así.
Con el cajón hago lo mismo. Incluso el material es un parámetro: Madera lacada.
Con el mueble, otro tanto. Defino su altura (H_ Mueble), su anchura (AN_ Mueble), el grosor de los tableros que lo forman (GR_ Mueble) y su material. Lo dejaré ahí por no complicarlo sin necesidad.
Una vez que tengo esos tres elementos con sus parámetros fundamentales definidos, los ensamblo y relaciono esos parámetros. Así por ejemplo, los cajones no pueden ser ni más ni menos anchos que el mueble y la suma del fondo de los tres cajones (altura del cajón) no puede ser mayor que la altura total del mueble, o no me cabrían. Fácil ¿verdad?

Lo bonito del asunto es que yo no asigno valores a todas esas características. Yo no sé si el mueble tendrá 60 cm de ancho o 90, si medirá 1.2m de alto o 2m. No sé si el primer cajón tendrá menos fondo porque servirá para guardar cosméticos y los otros dos serán más profundos porque son para toallas. No sé cómo la gente querrá usar ese mueble, ignoro cuáles serán sus necesidades concretas.
Solo puedo establecer relaciones jerárquicas entre esos parámetros que he asignado de manera que cuando un usuario ponga: "mueble de 60 cm de ancho", los cajones y el lavabo obedezcan también. Y si alguien desea tener un mueble de 90 cm de altura con 3 cajones de 45cm de alto cada uno, el modelo diga: nanay, eso no es posible.

Parametrizar es una tarea silenciosa y agradable y te enseña ciertas cosas. Te enseña que cuando estás definiendo los parámetros iniciales de cada objeto y sus relaciones internas (mueble, cajón y lavabo) no debes ser demasiado estricto y condicionar más de lo imprescindible, porque cuando montes el conjunto se bloquearán unos a otros e inevitablemente fallará y no responderá a tus requisitos: estará "hiperconstreñido".
También te enseña a averiguar qué causa cada problema. A veces un cambio resuelve un problema concreto y es agradable pensar que uno ha dado con la solución, pero no es cierto.
Cuando haces un modelo parametrizado, lo sueltas en manos de personas que no saben nada de sus tripas y no tienen por qué saberlo. Lo prueban, meten sus valores, lo adaptan a sus necesidades y te llaman a gritos porque algo ha fallado. Así pues, encontrar la relación que realmente falla, no apañar, es necesario ya no sabes a qué necesidades tendrá que adaptarse tu modelo.

Y aquí viene la relación con el debate. Hay que definir los conceptos, relacionarlos jerárquicamente y detectar los fallos con honestidad. Si no se lleva a cabo escrupulosamente, el conjunto fallará y solo servirá para 1 tipo de mueble, con 1 tipo de cajones y unas dimensiones determinadas. Los debates que producen ese tipo de resultados son un desperdicio muy caro. Consumen muchos recursos y apenas sirven para nadie y para casi ninguna situación.

Y por eso creo que sería bueno que los niños aprendieran a parametrizar. Porque enseña a pensar, planificar y relacionar. Aprendes a no controlar más de lo debido y a aceptar que los resultados que obtienes pueden proceder de la interacción de muchos factores que ni siquiera ves.

Es como, creo, ha de ser una política pública. Tan compleja por dentro como sea necesario, flexible y fácil de aplicar en diferentes contextos, por fuera. Y si no es así, será un fracaso. Porque las personas no se adaptan a los muebles ni a las políticas, sino que ambos se diseñan para ellas. Para ayudarles a tener una vida mejor.

Y este rollo es lo que pensaba contar en twitter. Afortunadamente antes del segundo tuit tuve un golpe de sentido común y abandoné. Sé que sería un ladrillo injusto para la mayoría, pero a mi me resulta fascinante.

martes, 15 de noviembre de 2016

Esto no va (sólo) de Trump

Autor invitado: @Demostenes_av


Esto no va de Trump. Bueno, o si. Más bien va de sus votantes, y de las críticas que se pueden hacer hacia ellos.

Se quejaba hace poco Daniel Lacalle de que desde los medios se les caracterizara como "viejos, paletos y tontos". Lo cual no deja de tener su punto de razón. En efecto, las encuestas a pie de urna nos dicen que los votantes de Trump en estas elecciones viven mayoritariamente en el medio rural o de las ciudades más pequeñas, mientras que los de Clinton abundan más en las grandes ciudades. También nos dicen son predominantemente hombres blancos, sin título universitario, y de edad avanzada, incluso más que en anteriores elecciones con otros candidatos republicanos. Sin embargo, estas estadísticas muestran que hay una mayor frecuencia en una dirección u otra, pero de ninguna manera que todos los votantes de Trump respondan al mismo perfil. No son todos clones iguales fabricados según el valor más frecuente de cada pregunta realizada. Hacer como si así fuera es sobresimplificar de forma ridícula, y además es inútil ya que sólo nos puede llevar a conclusiones erróneas. Cada votante es un mundo y sus circunstancias y las causas por las que decide votar una cosa u otra, casi infinitas. 

Incluso si fuera así -que no lo es-, traducir "sin titulo universitario" por "paletos", por ejemplo, es de un clasismo notable. Otras circunstancias, como la presunción de cosmopolitismo por vivir en una ciudad grande, pueden tener algo más de base, pero sigue siendo una generalización grosera que de nuevo resulta errónea.

Aparte de diferencias demográficas y socioeconómicas, otros estudios también muestran diferencias de actitudes entre los votantes de ambos candidatos, como es de esperar entre Republicanos y Demócratas. No sólo en cuestiones como economía, sino en otros temas sociales y de valores. Por ejemplo, sólo el 7% de los votantes de Trump piensan que el sexismo sea un gran problema, o el 21% que lo sea el racismo, frente al 37 y 53% respectivamente en el caso de los votantes de Clinton. Algo similar puede decirse de la desigualdad. posesión de armas, del cambio climático o de varios otros temas. Es especialmente destacable la diferencia de perspectiva frente a la inmigración ilegal, con solo un 20% de los votantes de Clinton diciendo que es un gran problema y un 79% de los de Trump opinando que sí lo es.

Sin embargo, hay que poner estas estadísticas en su justo valor. Esto no quiere decir que el 79% de los votantes de Trump sea racista, sino que pueden perfectamente no serlo pero considerar que hay suficiente igualdad garantizada por ley, que no es en absoluto lo mismo. Y en ningún caso se trata de todos los encuestados. Aun así, indica una diferencia en prioridades en diversos temas.

Muchos medios han podido utilizar simplificaciones de ese tipo en su afán por informar cuanto antes. La sorpresa por el resultado ha sido mayúscula para muchos, y odiamos las cosas que pasan sin explicación. Es normal que todo el mundo se ponga a buscar causas, con mayor o menor fortuna, tanto en medios como en redes sociales. Pero el que algunos que critican a Trump y sus votantes usando simplificaciones idiotas (y me reafirmo en el término, que he usado en una conversación previa en Twitter), no quiere decir que todo el mundo que les critique esté cayendo en el mismo error. Puede que caigan en otros. Pero intentar rebatir cada crítica con el mismo "no hay 59 millones de paletos en EEUU" resulta también bastante absurdo si el otro no está diciendo que los haya.

El artículo de Lacalle, sin embargo, parece pecar de lo mismo que critica. Mientras reclama que se analice el tema desde la perspectiva de que hay más factores que tienen que ver en la decisión y que no se denigre a sus votantes, parece centrar su justificación en la reducción de impuestos y reducción de la burocracia que aparece en el programa del presidente electo (y omite hablar de cosas como su proteccionismo económico). De acuerdo en que ese es en efecto un factor, pero el caso sigue siendo que ese único factor habría pesado más que los otros aparentes defectos de Trump, un candidato al que buena parte de su propio partido se negó a apoyar.

En concreto, si hay una cosa que sí una a todos los votantes de Trump de forma inconfundible es que... bueno, que han votado a Trump. Un presidente electo que durante la campaña ha hecho propuestas xenófobas, que amenaza con deportaciones masivas, no demuestra una gran sensibilidad hacia las mujeres, ha amenazado con perseguir judicialmente a su contrincante si ganaba las elecciones, que estaba dispuesto a no aceptar el resultado de las elecciones si perdía, y que ya ha hablado de revocar leyes a favor de los colectivos LGTB. Solo por ese hecho ya deberían poder sacarse algunas lecturas.

¿Quizá creen, como algunos aquí, que lo que se ha visto de Trump es realmente sólo un personaje y que no se comportará como hasta ahora? ¿O que los Checks and Balances del gobierno americano (Congreso, Senado y tribunales) limitarán sus medidas más extremas? Puede ser. Son críticas en mi opinión bastante más relevantes que las de Lacalle en la mayor parte de los análisis más mesurados. Pero el resultado de las elecciones, unido a los estudios sobre actitudes ya mencionados, hace cuando menos sospechar que a muchos votantes republicanos, como poco, no les preocupan demasiado cosas que en Europa probablemente descalificarían directamente a un candidato, fueran cuales fueran sus propuestas económicas. 

De hecho, si el caballo de batalla era la economía, ¿por qué consiguió Trump la nominación como candidato del partido republicano, habiendo otras opciones de agenda económica similar dentro del mismo partido? ¿Por qué una palabra mal dicha en un debate le cuesta la carrera presidencial a unos, y una serie continua de despropósitos públicos han acabado con Trump en la Casa Blanca a pesar de todo?

También resulta interesante que el resultado de la elección está marcado porque a pesar de los escándalos, Trump ha perdido sólo unos pocos votos con respecto a los candidatos republicanos en las dos elecciones previas, mientras que Clinton obtuvo muchos menos votos demócratas que Obama en las dos elecciones anteriores. Si nos ponemos a hablar de valores, quizá sea relevante hacerlo no sólo sobre los que votaron a Trump, sino sobre los de los votantes tradicionalmente demócratas que en esta ocasión decidieron abstenerse

Por algún motivo, lo que pudo ser una movilización ciudadana en defensa de derechos civiles y de las minorías ante el que era casi universalmente reconocido como el peor candidato que podría haber presentado el partido republicano, quedó relegada a sacar 7 millones menos de votos que en la segunda campaña de Obama. ¿No les importó? ¿O no se molestaron en acudir a votar por creer que era imposible que Trump venciera? ¿Realmente la mala prensa y los propios escándalos de Clinton, aunque finalmente hayan quedado en nada según el propio FBI, justificaban correr el riesgo?

Se seguirá especulando sobre estas preguntas largo y tendido, pero tanto para los votantes republicanos, demócratas o otros partidos, o los que simplemente pudiendo hacerlo optaron por no registrarse para votar, el problema no es si son racistas o no, sino si lo permiten y toleran en su presidente, un cargo que no es omnipotente pero que si tiene amplios poderes ejecutivos. Si criticaríamos ciertas actitudes si sucedieran aquí, si vemos con preocupación el ascenso de Le Pen en Francia, o la deriva cada vez más autoritaria de Erdogan en Turquía, ¿no es legítimo hacer lo propio por lo que pueda hacer Trump? Con mesura, sin simplificar en exceso ni limitarlo al asunto favorito de cada uno, pero hacerlo. 

Parafraseando una frase leída en Twitter, la Democracia implica aceptar lo que decidan los votantes aunque no nos guste, pero no exige callarnos nuestra opinión al respecto. en una elección, al final, la responsabilidad del resultado recae en los electores.







viernes, 4 de noviembre de 2016

Una historia de buenos y malos.

Nadie es ejemplar en cada momento de su vida.
Ya no existe el olvido. Podrás esconder esto o aquello el tiempo suficiente, pero no podrás ocultarlo siempre.
Nadie supera el juicio que excede a las leyes.
Nadie aprueba el análisis descontextualizado.
Nadie carece, al menos, de un adversario.

Absolutamente nadie.

Es inútil mentir cuando tus respuestas serán cribadas.
Es absurdo culpar a otros por haber indagado.
Es injusto medir los hechos de ayer con los valores de hoy.
Es estúpido creer que podrás acusar indiscriminada y severamente sin exponerte a ser juzgado y acusado sin piedad.

Muy pocos merece semejante trato y nunca es un espectáculo edificante.

Y eso es todo lo que tengo que decir sobre el asunto de Ramón Espinar hijo.

Sin embargo he observado y leído a muchos y lo que sí me ha interesado ha sido la claridad con la que se han formado dos grandes grupos de opinión según aquello que consideraran causante del "escándalo".

Están los que consideran que el daño se produjo al doblar la norma. A estos los llamaré "ateos".
Son los que ven el fallo en aprovechar los huecos que, inocentes o no, quedaban expuestos para que fuesen utilizados por los frívolos y despreocupados o por los listillos bien posicionados. Porque se podía. Porque la norma era defectuosa, incompleta o simplemente sirvió hasta que dejó de hacerlo.

Están los que piensan que el daño se produjo al enriquecerse. A estos los llamaré "morales". Argumentan que se pervirtió y se "pecó" al obtener un beneficio económico en la operación. Siguiendo su lógica, mayor será el destrozo cuanto mayor la cantidad obtenida y, por tanto, si no la hubiera pasaríamos de una conducta inmoral a otra completamente ejemplar.

No me interesan las conclusiones que extraen estos dos grupos para dictaminar culpabilidad o inocencia. Me interesa la utilidad y la bondad/peligro de ambos enfoques. Tras mucho pensarlo, me declaro ferviente atea.

Cuando examinas la norma, y no el individuo, respetas la intimidad de su alma, de sus razones o debilidades puesto que es algo que sabes que no te compete. Observas sus beneficios y sus efectos indeseados y extraes información valiosa que te permite maximizar los primeros y reducir los segundos. Partes de la realidad, (el ser humano es falible, todos tenemos un "precio"), y te diriges a ella (elevar lo máximo posible ese "precio"). Es lo que los expertos llaman "incentivos". Buscas el fallo en el origen que provocará otros muchos, potenciales o desconocidos aún, pero probables.

Cuando miras el asunto desde la consecuencia (el enriquecimiento) partes de un prejuicio: ganar dinero es fuente de mal. Es una posición moral y por lo tanto es imprescindible evaluar la ética del acto concreto. Las condiciones particulares del individuo, mirar en su alma, escrutar si hizo cuanto estuvo en su mano para evitar la obtención de esas cantidad, decidir si hizo suficiente o por el contrario se dejó llevar por la codicia. Cada caso es un asunto particular. Una forma de vida. Un padre, una madre, una edad, una ideología. Un alma y unas intenciones que la sociedad ha de pesar en la balanza para decidir si le otorga o no su perdón.

Quien basa su acción política en la clasificación de los individuos según sus propios criterios morales, buenos y malos, santos y malvados, puros e impuros, tiene derecho a ser juzgado mediante criterios "ateos", porque así de grande es la democracia liberal. El problema es cuando el juicio es el de la opinión pública. Entonces, cual Fuenteovejuna, le aplicarán altas dosis de la misma medicina.
No habrá consecuencias legales pero el daño personal, no tengo la menor duda, será brutal.

Esas son las sociedades que estamos construyendo sin apenas darnos cuenta. Como la rana que se sumerge en un agua que poco a poco se va calentando, llegará el día en que estemos perfectamente cocinados sin haber sido conscientes de nuestro suicidio.

Eso hacen los populismos, de izquierda y de derecha, que campan por todo el planeta. Simplifican, crean metáforas de buenos y malos, víctimas inocentes y verdugos perversos. Conspiraciones y ficciones que encarnan el origen de todo mal. Utopías que poseen solución a todos los problemas pero que no se realizan por la conjura de los poderes oscuros.

Historias que elevan los espíritus y, en momentos de arrebato, nos arrancan gemidos en forma de eslogan, carta, discurso o artículo. Hasta que nos pasan la prueba del algodón y entonces nos damos cuenta de que esos filtros que queremos aplicar a otros, no los puede pasar nadie y nadie tiene derecho a exigir lo que nadie puede cumplir.

Ojalá sea eso lo que hayamos aprendido de esta historia. Ojalá dejemos de exigir personas "de principios" y aspiremos a "ateos convencidos" porque de no hacerlo solo los psicópatas, los cínicos o los narcisistas, se acercarán a la vida pública. Los idealistas y los inteligentes huirán como de la peste y entonces sí tendremos los gobiernos y las sociedades que nos merecemos: las que nos hemos empeñado en construir. Piedra a piedra.

miércoles, 12 de octubre de 2016

Mujeres de una cierta edad. Un pequeño fact-check a Pablo Iglesias.

"Creo que ese dato se corrige también en función de la generación. Somos la primera fuerza política entre los jóvenes. Nuestra gran asignatura pendiente son las mujeres de una cierta edad."
Pablo Iglesias en El Objetivo de Ana Pastor.
Domingo 9 de octubre 2016 (a partir del min 12)

Esa fue parte de la respuesta que Pablo Iglesias proporcionó a Ana Pastor cuando le preguntó por la brecha de género que el último Avance del CIS de septiembre mostraba para su partido.



La imagen de arriba muestra la pregunta en cuestión y ahí se aprecia la diferencia de voto que hombres y mujeres otorgan a los partidos (respuesta espontánea). Si nos limitamos a los cuatro partidos con mayor representación en todo el territorio nacional, Unidos Podemos es el único a quien las mujeres votan "menos" que los hombres.
Esta misma pregunta se realizó en el anterior barómetro del CIS, el del mes de julio, que sí está completo, y estos fueron los resultados que arrojó:



En el mes de julio, también Ciudadanos era un partido "masculino" si por tal entendemos que el voto femenino otorgado es menor que el masculino.
El "Gap" o "brecha" se produce cuando las diferencias son realmente importantes a favor de uno u otro sexo.
En el siguiente gráfico se pueden ver esas diferencias por partidos y sus cambios en los últimos meses (color oscuro para los datos procedentes de julio y claro para los recién publicados en el Avance de septiembre):


De los cuatro, tan solo Unidos Podemos sigue siendo un partido "masculino". El voto declarado a Ciudadanos (color naranja) ha cambiado de signo entre julio y septiembre mientras que el correspondiente a UP (color morado) ha acentuado su brecha, aumentando la distancia entre el número de hombres y mujeres que dice haberlo votado.
Si lo recogido en este avance se corresponde fielmente con la realidad de la sociedad española, podríamos decir que Unidos Podemos es votado por muchos más hombres que mujeres y dado que eso no suele ocurrir en los demás partidos tiene todo el sentido del mundo que Ana Pastor le hiciera esa pregunta.
En este blog he hablado antes del líder de la formación, Pablo Iglesias, y de cómo las encuestas parecen revelar que no es una figura querida por el votante femenino, más bien contrario, parece ser un candidato que "no gusta a las mujeres".
Pero volvamos a la pregunta o mejor a la respuesta que ofrece para explicar esta singularidad.
Dado UP es la primera fuerza entre los jóvenes - en este punto coincide con la polémica declaración de Carolina Bescansa - dado que cree que ese dato tan descompensado se corrige en función de la generación y dado que cree tener una asignatura pendiente en el grupo de mujeres de "una cierta edad", podríamos concluir que, a juicio de Iglesias, el eslabón débil en el conjunto de votantes femeninas de Unidos Podemos es el compuesto por mujeres que ya han cumplido, no sé, ¿los 60 años?
Recuerdo haberme extrañado ante la respuesta. El gap es muy grande, 4.4 puntos de diferencia, y si efectivamente los votantes de UP son mayoritariamente menores de 45 años, muchos hombres y ninguna mujer deberían tener en el resto de grupos de edad para que ese efecto tan llamativo se produjera. Pero dado que la estadística es bastante misteriosa para mi pregunté a Pau Marí-Klose, profesor de Sociología de la Universidad de Zaragoza, si era posible saber cuántas mujeres y cuántos hombres había en cada uno de esos grupos de edad que las preguntas del CIS muestran.

Me dijo que sí, accedió a los "microdatos" del CIS de julio (nº 3146) y cruzó las variables edad y sexo para los encuestados que habían declarado haber votado a Unidos Podemos.

Esto fue lo que obtuvo:


Y así se ve en un gráfico:


Sí, el resultado es el que parece: la brecha está en mujeres de una determinada edad, en concreto ¡en las menores de 30 años!
Y, muy al contrario de lo que deduce Pablo Iglesias, las votantes de Unidos Podemos de una "cierta edad", aunque pocas, son más numerosas que sus correspondientes masculinos.

Así pues, tal vez, la afirmación de Carolina Bescansa antes citada:
“Si solo votaran los menores de 45 años, Iglesias ya sería presidente”
Podría trocarse en:
 “Si solo votaran las mujeres, Iglesias no sería presidente”

Sería muy interesante conocer los motivos que llevan a las mujeres a votar "tanto" menos que los hombres a Unidos Podemos.
Si yo participara en esa organización estaría francamente empeñada en averiguarlo, pero bueno, yo estoy muy sesgada, creo que las mujeres salvarán la democracia liberal así que pueden imaginar que no soy muy objetiva a la hora de ponderar el peso del voto femenino.


Nota: estos resultados son coherentes con las deducciones que Sílvia Claveria reflejó en este posten la misma línea del enlazado arriba.


ADDENDA 13/10/2016

Tal y como me he comprometido en mi respuesta al primer comentario recibido, aporto los cuatro gráficos mencionado:














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